lunes, 27 de febrero de 2012

Pintan bastos y yo llevo el as de oros



¡Qué bueno es a veces estar solo! Es el momento ideal para ordenar tus pensamientos, saber hacia dónde quieres dirigir tus pasos o tratar de solucionar ese problema que ahora te parece un mundo y que dentro de unos años te parecerá una chorrada.
Hoy quiero confesaos, lectores, que soy hija única. Sí, sí, no tengáis miedo porque no soy de esas caprichosas y pijitas, al revés, me he buscado mis responsabilidades e intereses propios sin tener que depender de un hobbie en concreto con toda la parafernalia que ello conlleva.
Me siento a gusto estando sola. Quizás porque durante toda mi vida he tenido que jugar sola en casa cuando hacía mal tiempo para salir a la calle. Sin embargo no soy de esas personas que ni saben socializar. Es más, tengo mis amigos, conocidos y enemigos (no me falta de nada), pero también dispongo de una capacidad de abstracción asombrosa. Algunos lectores pueden estar pensando que soy muy egoísta o, peor aún, autista. Sólo quiero que penséis por un momento: nacemos solos; morimos solos; cuando nos enfermamos, el dolor lo sentimos de forma individual; y cuando nos reímos, son nuestras endorfinas las que se ponen en marcha. Todo esto a modo de reflexión.
Y maticemos: no es lo mismo sentirse solo que estar solo. Las sensaciones no se pueden controlar y encogen nuestro corazón, mientras las estancias son siempre temporales.
Os escribo una recomendación: probad al final del día a tener una charla con vosotros mismos. No, nos estáis locos. Poco a poco empezaréis a disfrutar de vuestra mutua compañía.

No hay comentarios:

Publicar un comentario