¿Qué nos está pasando? Catástrofes en países supuestamente ricos, en países pobres; muerte en la tierra, destrucción en el mar; guerras fratricidas; dolor de madres; decepción generalizada; toneladas de Lexatín y Orfidal... y todos seguimos cruzando los brazos y nos conformamos.
Tirando más mi piedra hacia el área local que me rodea en el día a día veo cómo nos resignamos a que las bofetadas del destino nos den en plena cara sin oponer resistencia, incluso ofreciendo el otro papo para que nos lo igualen.
Como decía Unamuno en su Me duele España, yo añado: "y el culo". Hasta el hartazgo de abusos en el trabajo de jefes son escrúpulos que se dedican a amenazar veladamente a sus esclavos con el despido si no aceptan sus niñerías; hasta el moño con C de políticos ineptos que sólo buscan su propio beneficio a manos llenas de billetes de 500. Se suponía que esto era sólo un bache que iba a durar unos meses, un año a lo sumo, y en el que llevamos sumidos más de dos años, de pasar de la crisis de los 40 a la embolia social.
Y lo peor de todo es que no hacemos nada. Nos limitamos a ver cualquiera de las imágenes que pasan en televisión con la anestesia de la decepción y la metástasis de nuestro entorno. Pulsamos el mando con la indiferencia propia de una ameba que sólo quiere alimentarse de las desgracias ajenas para hacer más llevaderas nuestras miserias.
Lo ideal sería que desde esta pequeña ventana a mundo yo sea una de las voces que anime a la lucha, a la movilización de nuestras conciencias dormidas, pero no lo pienso hacer... ¿que por qué? Pues simplemente porque estoy tan aletargada como tú.
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