Ayer hablando del recién estrenado blog con un amigo mientras disfrutábamos de la resaca del carnaval delante de un café resucitador de sentidos con leche, me preguntó (evidentemente) lo que yo más temía: "¿De qué va tu blog?" Lo cierto es que no le supe contestar. "Supongo que de la vida en general" es lo más temerario que acerté a contestar.
Lo bueno de la gente que me conoce sabe que no tengo una afición fija por un tema en concreto. Soy un producto de la sociedad: me interesa lo que está de moda en ese momento o simplemente me interesa una idea robada de una conversación clandestina en el autobús.
Me explico: considero que no hay nada tan interesante para consagrar mi vida a ello, pero tampoco hay nada tan interesante que no merezca unos minutos de mi atención. Quizás lo más propio en mi caso sería hablar de que sé un poco de muchas cosas, lo cual me lleva a mantener charlas interesantes con personas desconocidas y quedar bien, mas si alguna quiere profundizar en el tema... quedo como la más completa idiota.
Algún lector pensará: pues vaya aburrimiento no saber lo que te gusta. Y le puedo dar la razón, sobre todo, en el momento en el que alguien te quiere clasificar dentro de sus parámetros: ¿playa o montaña? ¿tinto o blanco? ¿blanco o negro? ¿papá o mamá? Lo siento, pero prefiero pensar que mis aficiones y hobbies son variables como el tiempo. Tengo un trastero lleno de cosas que hace un tiempo que no utilizo, pero que sé que volveré a usarlos en un futuro porque lo que más me divierte es cambiar de gustos. Para despistar.
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