martes, 28 de febrero de 2012

¡Que 13 años no es nada, amigo!



Dicen que los verdaderos amigos siempre vienen sin llamarles cuando realmente lo necesitas. Creo que también vienen al olor de una buena comida casera y una cama dispuesta para la gran fiesta del pijama.
Desde hace años, a pesar de la distancia, puedo contar contigo. No importa hacia dónde nos lleve la vida porque siempre coincidiremos en algún punto. Después de mil mudanzas y varias ciudades de por medio he aterrizado en el lugar nacionalista de cuyo nombre no quiero acordarme menos radical y más españolizado que trata de acogerme a su manera seca y sosa. Supongo que aquí echaré raíces con todo lo que eso conlleva y ya sabes que mi casa es tu casa, pero no te pases.
Cuando miro desde la perspectiva caleidoscópica de la realidad objetiva siento que me he quedado atrás, que las cosas sencillas que despreciaba por carecer de la suficiente sofisticación ahora son las que llenan mi tiempo y le aportan a mi alma la calma necesaria para afrontar la insoportable cotidianidad diaria.
Recuerdo las noches sin dormir, las locuras juveniles y descubro que no las echo de menos porque me voy convirtiendo poco a poco en una carcamal que trata de disfrutar de los nuevos momentos como el tiempo salvaje que nunca fue. Creo que me estoy haciendo mayor...
Gracias, amigo, por los grandes momentos, por los desacuerdos y los debates, por las dificultades y las llamadas de teléfono con las que enriquecemos (aún más) a Francisco Román

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